Los archivadores metálicos clásicos siguen siendo uno de los mejores sistemas de archivo de nuestros papeles.
Sigue oyéndose por ahí «¿cómo es posible que todavía tengamos tanto papel en nuestras oficinas y en casa?». Todo el mundo se lo ha planteado alguna vez, sobre todo las personas de cierta edad que asistieron en directo al cambio informático y por consiguiente a la que iba a ser la «inminente desaparición de los papeles impresos».
Lo cierto es que eso no ha ocurrido del todo y parece que esa nueva organización de nuestros archivos va a tener que esperar porque papeles, lo que se dice papeles tenemos un montón.
Llegado este punto se hace necesario organizarlos, guardarlos y archivarlos.
Uno de los aparatos ideales para este cometido son los archivadores clásicos. Representan un sistema de archivo amplio, accesible y fácil de controlar.
Si dispones de espacio no dudes en adquirir este tipo de archivo porque resolverá tus problemas y se hará imprescindible como receptor de todos esos papeles que seguimos teniendo.
Eso sí, que sea bueno, bonito y barato pero que lleve rodamientos a bolas y que su aspecto, esquinas y pliegues obedezcan a un mínimo sentido lógico y nivel de calidad. Comprar un archivador barato y de poca calidad lo convertirá en una especie de aparato de gimnasio para desarrollar los músculos del brazo de tanto tirar y tirar del cajón para extraerlo y cerrarlo. Y eso es poco práctico y rechazable.